28.12.19

Karmina con K

Hace 16 años me encantaba el nombre de Camina, la de Drácula. Pensé que era una excelente nombre para ella, a quien finalmente le habían hecho una invitación para entrar a la casa. Igual que Drácula, sin invitación no podía entrar a casa. Menos romántica fue la invitación de Karmina que se dió después de un acoso materno de al menos 2 días sin dejar de repetir la pregunta: ¿puedo tener un gato? ¿puedo tener un gato? ¿puedo tener un gato? ¿puedo tener un gato? Hasta que logré un "haz lo que quieras" por hartazgo de lado oponente y salí volando al único albergue que conocía.

Entre las jaulas había una camada, varios gatitos de diferentes colores. Había una, con unas orejas fuera de proporción, ojos verdes, no más grande que la palma de mi mano y con pedazos de pelo sin acomodar, medio blanca, medio atigrada, una cosita amorfa semipeluda y fea. -Tiene una infección en la piel, tendrías que llevártela medicada. Sin duda era la más fea de la camada, los colmillitos sobre salían también con el hocico cerrado. Pensé que nadie iba a querer al gato más feo de la camada, los demás tendrían oportunidad pensé, a esta seguro todos la dejan. Ese fue nuestro amor a primera vista. ¡Me la llevo por fea!

La primera advertencia al llegar a casa fue:- ¡no puede dormir en tu cama!. Le acomodé una camita improvisada en una caja de cartón y colchitas al calce de mi cama con un foco para que no pasara frío en la noche. Pronto noté que usaba la misma técnica de ataque que yo había usado con mi mamá para convencerla que me dejara tener un gato, al quinto intento cedí, dormimos juntas, esa y miles de noches más. Al tercer día conquistó también la cama de mis papas. Al quinto me contagió de sus infecciones de piel por estar de necias arrumaqueándonos.

Nunca cambió su semblante serio, adoraba las siestas al sol, la compañía de la gente y gatos, nunca dejó de tener hambre, le gustaba dar la ronda por el jardín y molestar pajaritos. Detestó hasta la muerte a los perros y jamás les cedió su espacio. Enemiga del baño y las cepilladas de pelaje. Sus ojos verdes enormes y lo terso de su cabellera inmensa era su mejor característica. Karmina con K, porque la K es más bonita que la C y una gata fea merecía una inicial bonita, al tiempo y como patito feo esa descripción le quedó corta. Karmina se transformó en una gata cisne con ojos de faraona.

Karmina fue mi amiga por más de 16 años. Para una hija única, su primer mascota lo es todo. Es con quien más he platicado en la vida, mi mejor caja de resonancia sus ojos serios y templados. Ese silencio que me abría todas las puertas y la fortaleza que me daba el saberme amada por un ser tan místico que desde el silencio me ayudó a dar pasos gigantes. Ahora en el silencio de su ausencia entiendo de dónde vino la fuerza para mudarme a vivir sola, el coraje de conseguir el trabajo de mis sueños, la compañía para vencer el pasillo oscuro, el calorcito en las noches frías y el ejemplo que siempre me dió para hacer lo que necesitara sin pedir muchos permisos. Fui tantas distintas en estos 16 y tantos juntas y en todas esas versiones me amo y acompañó.

Ayer se fue, y como todo en nuestra relación fue a su tiempo, con sus reglas. Después de un entre con una perra y un diagnóstico de tumor que apareció en sus placas la respuesta fue sencilla. De su bronca con la perra salía pero del cáncer no. Todos los muertos de mi familia se han ido por Cáncer y con Karmina la respuesta fue fácil después de ver agonías de un año, un mes o una semana. Para ella eso no. Para nadie eso nunca. Todos deberíamos morir en una camita, sin dolor, con una cobija suave, sabiendo que vamos a morir quedándonos dormidos y siendo abrazados por quien nos ama mientras nos cantan.

El silencio sin un gato es muy obscuro.


 




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