24.7.20

Sincronicidad

En este proceso de transformación me he soportado mucho en la sincronicidad .

Mi amigo B. me regaló hace varios años en un encuentro viajero un libro de Carl Jung que habla del tema. Pobre libro ya está todo hecho chicharrón (amo esa expresión).

Sí, la sincronía es una constante en mi vida como una explicación racional a la causa o efecto de mi día a día.
O. dice que debería pensar menos, que todo lo racionalizo, aunque a recientes días prácticamente es lo que menos deseo hacer, soy un chorro de agua sin cauce y solo me guío por la intuición y cubrir necesidades básicas, son mis pequeñas victorias.
Algo he aprendido con mi libro de chicharrón, es que el centro de cualquier evento que perciba como sincrónico comienza en mi. Todos estos días me han asombrado una constante espiral de "casualidades" y encuentros que parecen presagios, premoniciones, augurios o anunciaciones. Soy muy cuidadosa ya con ellas para entender que el centro soy yo, quien recibe, interpreta, solicita esa energía y la conecta.

Ahí no termina la cosa, lo más duro de este proceso es darme cuenta que renuncio a algunos inicios de una sincronía sin dudarlo. Eso es absolutamente nuevo. Darme cuenta que encuentro algo que me conecta con alguien y entender que eso no lo elijo, está a la mano, es perfecto, pero no lo quiero, gracias por venir. ¡Llégale! 
Es un nuevo súper poder con el que me he dado cuenta que doy a quien elijo, con un propósito, con una idea clara de a quién sumo, qué doy, cómo, ¿quiero esa conexión o la doy por perdida?.

El último año en esta década de mi vida no para de llover, es un diluvio interminable que está llevándose todo. Está eliminando dramáticamente y cuál cierre de fotografía, cualquier vestigio de una versión pasada de mi, y presentándome a zapatazo limpio, a una que apenas reconozco.
Proceso contínuo, cansado, pero creo, cada día más divertido, porque de eso se trata esto, de pasarla bien hasta cuando la paso mal.

Una de las mejores sincronías de estos días que sí me animo a poner en esta bitácora abierta es con Carlos ilustra. Acá también su bitácora de señor serio.
Lleva varias semanas publicando pequeñas postales que para mi han sido, sin duda, anunciaciones que me permiten entender con claridad mis sentimientos y hacia dónde encauzarlos.
Con C. me une el amor a las mandarinas, nuestro gusto por las plantas y cultivo de hortalizas, los dibujos y esa manía por siempre cargar una libreta y tinta en un morral.
Puedo pasar horas con él hablando de nada y resolviendo el universo. Es uno de mis humanos favoritos, quién iba a decir que dando clases iba a recibir semejante regalo.

No creo en Dios ni Dioses. Creo en las sincronías.

Les dejo dos de las postales que más me han sorprendido en este viaje.

Pequeña postal no. 5
Cuando se está en silencio se nota más: ese ligerísimo inclinar del mundo hacia uno u otro lado, el inaudible estruendo de lo que está por suceder. Me viene a la mente la frase de un profesor: la vida es un momento de tensión entre dos silencios.
Acá la nochebuena sigue roja, como si no quisiera dejar ir el fin de año, las plantas florecen y muchos días huele a incendio. Y nada sucede. Y en esa nada cabe todo.

Pequeña postal no.12
Escribí hace tiempo: “Aquí, en este corazón de duelo existe el motor de quienes somos y sus múltiples posibilidades”, pero yo no sé más que mil palabras prestadas: la serpiente amarilla viviendo en el corazón, el trono de piedra vacío en la oscuridad, el veneno como cura del veneno, el fuego que espera dentro de la semilla. De mi boca únicamente sale agua, de mis ojos pájaros. Y es así.







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