23.1.11

Una buena manera de explicar porqué en mi muñecas nunca quiero que encuentren un reloj

El tiempo del reloj de arena como medicamento

Ciertamente se encuentra muy difundida la comparación del corazón con el reloj, pero es una comparación errronea. El corazón no es un reloj y sus latidos nada tienen que ver con el tictac del reloj. El ritmo del corazón no es uniforme, su marcha no es monótona. Se asocia antes bien, al más ligero movimiento del cuerpo y del espíritu. El corazón es más duradero y elástico que un muelle de acero. Si lo tratamos como trata un buen jinete a su caballo, estaremos contentos con él durante noventa años y nos llevará a través de los angostos desfiladeros de las enfermedades y sobre sus avísmos. Lo único que no deberíamos hacer es imponerle a la fuerza el ritmo de los autómatas.
Cuando uno observa a esas pobres gentes que hoy andan buscando esparcimiento y que sin duda lo necesitan en grado sumo, le gustaría desearles que antes reflexionasen sobre dos cosas estrechamente relacionadas entre sí, a saber, el trabajo y el reloj. Si lo hicieran, evitarían vacaciones que lo único que hacen es prolongar el trabajo. Cuando al medio día del sábado corren en sus automóviles y en sus motos hacia los puntos más lejanos posible, se dedican luago allí a diversiones frenéticas y a última hora del domingo regresan llenando de ruido las ciudades, no han hecho otra cosa que prolongar su semana laboral de otras formas, tal vez más agotadoras todavía. No han salido del círculo mágico de los autómatas. No se han desligado del ritmo de los relojes.

Ernst Jünger: “El libro del reloj de arena”. Editorial Tusquet Editores, traducción Andrés Sánchez Pascual, Barcelona España, 1998. Pag.252


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