10.6.10

Sobre el machismo mexicano

La inseguridad del hombre mexicano se ilustra mejor con su constante temor a que las mujeres lo traicionen. Una explicación antropológica contemporánea sigue siendo atractivamente clara: el mestizaje de México se inició con la unión de hombres españoles y mujeres indígenas, inyectando de inmediato, a la relación hombre y mujer, los conceptos de la traición por parte de la mujer y la conquista, el dominio, la fuerza e incluso la violación por parte de los hombres. Así como el conquistador nunca pudo llegar a confiar plenamente en los conquistados, el macho de hoy debe, por consiguiente, protegerse contra la traición. Al combinarse la obsesión de los españoles por el honor con la humillación de los indígenas al ver a sus mujeres tomadas por la fuerza surge la forma del machismo mexicano particularmente perversa: la defensa del honor español se convierte en la defensa de la frágil masculinidad del mexicano.

En la práctica, esto toma la forma de la adoración por el ideal femenino, ejemplificado en la imagen de la doliente, abnegada y “pura” Virgen de Guadalupe y personificada en la madre de cada mexicano, considerada fuente de la vida y, por ende, incapaz de traicionar. Por el contrario, la esposa, quien como objeto sexual está considerada una aberración de la perfección femenina, ha de ser humillada, toda vez que la fidelidad o el afecto excesivos del esposo implicarían vulnerabilidad o debilidad. Los amantes ofrecen al hombre la ocasión de conquistar y traicionar antes de ser traicionados. El resentimiento de la mujer contra su marido se traduce así en un abrumador cariño por su hijo quien, a su vez la eleva al nivel del ideal femenino, pero quien como esposo sigue el ejemplo del padre.

Alan Riding: Vecinos Distantes, Un Retrato de los Mexicanos, Joaquín Mortiz, p. 18 y 19

Vía: A.

2 comentarios:

Mongua dijo...

No lo sé... aunque puedo creer la relación me cuesta trabajo pensar que no se ha logrado, en general, superar 500 años de inseguridad psicogenética.

Lo interesante no me parece el análisis masculino, sino el cambio de rol femenino, que quizá obligue a cambiar el rol machista por uno más evolucionado.

Interesante.

Ardilla... dijo...

Hasta hace como dos meses fui machista a ultranza (WTF, ya sé).

Ahora ya sólo soy poquito machista.