4.2.10

Otra de la San Miguel

Una de las actividades que más amo de vivir en la San Miguel Chapultepec es caminar. Desde el primer mes en el que me instalé en mi casa me sentí así pues, ‘en mi casa’. He aprendido en estos dos años de vivir en ella a conocerla y reconocerla cada mañana y creo, sin dudar, que en dos años la he hecho más mia que los veintitantos que viví en la Narvarte, en esta misma ciudad.

Vivo en un barrio pequeño donde todos los que la habitamos nos conocemos, aunque también tiene la estructura adecuada para no perder de vista que en efecto estas a la mitad de una ciudad inmensa, difícil, dolorosa, encantadora, voraz.

Hoy llegó a mi correo un cuento, un regalo. A pocos meses de haberse mudado Tonio y la O. Mayor también a la San Miguel creo que están pasando por el mismo proceso de enamoramiento que yo con mi nueva colonia, mi nuevo hogar.Les presento a uno de los mejores personajes que tiene mi rumbo: ‘El chino’.


V
oy a padrotear
Por Tonio
A Olga y Olguita


Salí de mi casa, estaba briznando. Resaca del frente frío número 28 diría mi madre; me dirigía a mi oficina como de costumbre, pero antes buscaba a el chino, para dejarle la basura.

Afortunadamente estaba en la esquina, comiendo una “guajolota”, acompañada de un atole en su vaso de unicel flanqueado de otros comensales que alegremente platicaban; obviamente la voz y risa del chino -chino por su pelo crespo, ya que su fisonomía morena corresponde a la de un veracruzano, creo yo-, se distinguía por sobre la de los demás, ronca y estridente, alguna vez le pregunté que si era o había sido fumador, negándomelo. Su voz siempre había sido así como se oye, ronca y estridente; seguramente platicaban alguna trivialidad para pasar un buen momento, convivir, todos en torno al puesto de tamales y hot-dogs, en la esquina frente al hospital Ángeles Mocel.

Me aproximé a donde estaba el carrito de basura, deje mis bolsas y en ese momento volteó el chino, me vio, esbozando su genial sonrisa se me aproximó con media guajolota en la derecha y su vaso de unicel en la otra, diciéndome a medio bocado -su hija ya me dio mis botas.

-¿Y? le respondí, porqué no las trae puestas.

-¡No!, esas son para padrotear.

- Nada de eso, se las pone inmediatamente, mire nada más con que botas anda, ¡están horribles!, luego le doy otras para que se vaya a padrotear.

-Ah, bueno, me voy a poner calcetines limpios para estrenarlas.

-Está bien, mañana quiero verlo con las botas nuevas puestas, luego le doy otro par para que se me vaya a padrotear.

-Está bien, muchas gracias.
Le di unas monedas por el servicio de basura que me estaba dando, el chino se quedó alegremente comiendo su guajolota con una amplia sonrisa, yo seguí mi camino.

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