Fragmento
¡Vivir! Tú eres mi vida. Te quiero en la misma medida en que quiero la vida. Por las mañanas salgo de la casa, me chupo un dedo y lo levanto para sentir el viento.
Cuando sopla desde el noroeste, desde tu dirección, me quedo un rato de pie oliendo, concentrando mi atención con la esperanza de que a través de veinte mil kilómetros de tierra y mar me llegue alguna bocanada de olor a leche que conservas detrás de las orejas y en el pliegue del cuello.
Mi principal tarea, a partir de hoy: resistir el ansia de compartir mi muerte. Quererte a ti, amar la vida, la muerte como algo mío y solamente mío.
¿A quién debo escribir entonces? La respuesta: a ti pero no a ti.
A mí. A ti en mí.
J.M. Coetzee
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