28.1.08

No rechaces los sueños por ser sueños



No rechaces los sueños por ser sueños.
Todos los sueños pueden
ser realidad, si el sueño no se acaba.
La realidad es un sueño. Si soñamos
que la piedra es la piedra, eso es la piedra.
Lo que corre en los ríos no es un agua,
es un soñar, el agua, cristalino.
La realidad disfraza
su propio sueño, y dice:
«Yo soy el sol, los cielos, el amor».
Pero nunca se va, nunca se pasa,
si fingimos creer que es más que un sueño.
Y vivimos soñándola. Soñar
es el modo que el alma
tiene para que nunca se le escape
lo que se escaparía si dejamos
de soñar que es verdad lo que no existe.
Sólo muere
un amor que ha dejado de soñarse
hecho materia y que se busca en tierra.

Pedro Salinas

3 comentarios:

Falma Telemna dijo...

Con tu post me acordé de un cuento que leí hace siglos, cuando apenas entraba a la adolescencia, no se ni el autor ni nada, sólo me acuerdo que se llamaba "El solipsista", y con el poema lo recordé, justamente iba de eso, de un solipsista, que termina por deshacer el mundo.
y siempre he querido ser un poco así

Anónimo dijo...

(Cortesía de un caballero antiguo que no es pariente de la dueña del bló, -digo, por lo de su segundo apellido-)

El Solipsista

Fredric Brown

Walter B. Jehová, por cuyo nombre no pido disculpas, pues ése era su nombre realmente, ha sido un solipsista toda la vida. Un solipsista, en caso de que no conozcas la palabra, es alguien que cree que él es la única cosa que realmente existe, que el resto de la gente y el universo en general, sólo existen en su imaginación, y que si él dejara de imaginárselos su existencia acabaría.
Un día, Walter B. Jehová comenzó a practicar el solipsismo. En una semana su mujer se escapó con otro hombre, perdió su trabajo como agente marítimo, y se rompió una pierna en la persecución de un gato negro tratando de evitar que se cruzara en su camino.
Decidió, en la cama del hospital, convaleciente, acabar con todo.
Miró a través de la ventana, fijó la vista en las estrellas, deseó que dejaran de existir y ya no estaban allí. Luego, deseó que todas las demás personas cesaran su existencia y el hospital se tornó extrañamente silencioso, incluso para un hospital. Después, deseó que desapareciera el mundo, y se encontró suspendido en un vacio. Se deshizo de su cuerpo con la misma facilidad y luego, dió el paso final: deseó que él mismo no existiera.
No ocurrió nada.
-¡Qué extraño! -pensó -¿Puede haber un límite para el solipsismo?
- Si -dijo una voz.
- ¿Quién eres tú? -preguntó Walter B. Jehová.
- Yo soy el que creó el universo que acabas de aniquilar. Y ahora tú has tomado mi lugar. -Hubo un profundo suspiro -Finalmente puedo acabar con mi existencia, encontrar olvido, y dejarte a cargo ...
- Pero, ¿y cómo puedo dejar de existir? Eso es lo que deseo realmente.
- Sí, ya lo sé -dijo la voz - Tienes que hacerlo de la misma manera que lo hice yo: Crea un universo. Espera a que alguien en verdad crea lo que tú creíste y trate de dejar de existir. Entonces te puedes retirar y él ocupará tu lugar. Adiós.
Y la voz desapareció.
Walter B. Jehová estaba solo en el vacío y únicamente había una cosa que podía hacer: Creó el cielo y la tierra.
Tardó siete dias...

Olga Fabila dijo...

Gracias los 2, el cueto es hermoso y el solipsista es la perfecta compañía para mi niña que duerme sobre la cola de las ballenas. Así estan los 2 menos solos, aunque ninguno se de cuenta de la compañía del otro.

Besos de corazón.
O.